“La meditación no es un medio para algo”
Descubrir en todos los momentos de la vida cotidiana qué es verdadero, qué es falso, es meditación. Por ejemplo, ver que el amor no es posesión, no es celos, no es violencia.
La meditación, no es algo por cuyo medio escapo, o algo por cuyo medio consigo visiones y toda clase de emociones. El ver funcionar el mecanismo de defensa, ver los temores, las ambiciones, codicias, envidias, observar todo esto, eso es meditación.
Meditación, es el conocimiento de uno mismo, este es el principio de la meditación. Es darse cuenta de todo el movimiento del pensar y del sentir, conocer las capas de la conciencia, las superficiales y las ocultas. Para esto, la mente conciente debe estar serena, calma, a fin de recibir la proyección del inconsciente.
Cuando la mente se da plena cuenta de todas sus actividades, mediante esa comprensión, se queda en silencio, espontáneamente, entonces el inconsciente puede proyectarse y aflorar,
Cuando la totalidad de la conciencia se ha liberado, sólo entonces está en condiciones de recibir lo sin medida, lo eterno.
Veamos ahora esto del nombrar.
Nombramos, ponemos rótulos, cuando queremos comunicar nuestro sentimiento. Nombro para comunicarlo. Por ejemplo: estoy furiosa, furioso. Lo nombro para comunicarlo a otro o bien, nombrándolo pienso que lo he comprendido, Por ejemplo: que montaña hermosa, y sigo de largo. Dándole el nombre, pienso que la he captado en todo su contenido y belleza. Dando nombres, a lo que fuere, lo hemos limitado a ponerlo en una categoría y pensamos que lo hemos comprendido.
Si no nombro, estoy obligada, obligado a mirarlo detenidamente, como si nunca la hubiese visto o mirado antes.
En este cuerpo, hay un centro, y desde allí nombramos, escogemos, rotulamos, actuamos, juzgamos, todo desde allí, ¿qué es este centro, este núcleo? Es la palabra, es el rótulo. Si este carece de importancia, si lo que importa es lo que está detrás del rótulo, entonces sí, estamos capacitados para indagar, ¡pero!, ¿si me identifico con el rótulo y me atengo a él?, ya no puedo ir “más allá”.
Todos nosotros estamos identificados con el rótulo, que es la casa, la forma, el nombre, los muebles, nuestras opiniones, y así sucesivamente. Todas cosas que están representadas por un nombre y todas estas cosas se han vuelto, importantes. ¿Cuáles?, el nombre, los rótulos. Se ve claramente, que el centro, el núcleo, es la palabra.
¿Qué pasa si no hay palabra, ni rótulo? ¡No hay centro!
¿Qué queda? Un vacío, no es el vacío del miedo, es algo totalmente diferente. A causa de que hemos comprendido esto de: si quedan los rótulos, las palabras, como si fueran los hechos, me estoy quedando en la superficie de las cosas, la cáscara
Si el centro, que es la palabra, ha sido disuelto, el rótulo quitado, entonces, ¿dónde está uno como centro? ¡Uno está ahí, pero ha habido una transformación, y ésta es un poco atemorizante! Si a esto que sucede, lo juzgo y digo me agrada o no me agrada, vuelve el centro desde el cual se está actuando.
¡Vi!, que tan pronto juzgo, permanezco endurecida, fija, y se vuelven importantes las palabras me gusta no me gusta, agrado y desagrado.
¿Qué sucede si hay observación constante, si hay un escuchar constante, que no es lo mismo que buscar? La observación constante, implica que ¡no hay movimiento del pasado! Ahora este observando, ¿está libre de cualquier prejuicio, rencor, resentimiento, enemistad, libre de recuerdos almacenados como conocimiento? Porque si no está libre de todo esto, todo esto impide ver.
Cuando quiero cambiar “lo que es”, en cualquier otra cosa, tiene lugar el proceso de distorsión.
Hay una observación libre, sin distorsiones, sin evaluación, sin deseo alguno de placer, en ese puro observar, vemos que “lo que es”, sufre un cambio extraordinario.
¡Así que la meditación deliberada, es un absurdo! Uno simplemente se sienta, es como dejar la ventana abierta y el aire llega si quiere y cuando quiere. Ahora si espero que llegue algo porque me he sentado, porque he abierto las ventanas, ¿hum?
Abro las ventanas porque sí, por afecto, desde la libertad, no porque desee algo, Es un estado de la mente que ve, y no exige, nada.
Estar atentos, sin preferencia alguna, no nombrar, no reconocer especies animales, ni de flores, sólo ver, sólo escuchar. Escuchar el sonido, escuchar los movimientos del propio pensar, no hay control, no se los moldea, no se dice: esto es bueno, esto es malo, simplemente nos movemos con ello, esto es, “la percepción alerta”, en la que no hay opción, ni condena, ni juicio, ni comparación o interpretación, sólo, sólo observación pura, esto hace que la mente sea altamente sensible.
¿Nombro?, ya la mente se embota, retrocede. En este estado de percepción alerta, hay atención, no control ni concentración, hay, atención, o sea, escucho los pájaros, oigo pasar los automóviles, atento a los propios pensamientos y sentimientos y atento al movimiento de esa atención.
¿Puedo, de la misma manera que reconozco mi rostro en un espejo, conocer lo que soy, mediante el observarme a mí mismo?
¿Puedo observar mis gestos, como camino, hablo, me comporto, si soy dura, cruel, grosero/a, paciente?
Me conozco observándome en el espejo de lo que hago, de lo que pienso, de lo que siento, y el espejo, ciertamente, muestra hechos. Que luego no me gusten los hechos y los quiera alterar, cambiar, bueno, ya aquí empiezo a deformar el hecho y no lo veo tal como es, me he empezado a mover, la mente se puso a caminar.
¡Uno aprende cuando hay atención, silencio! El aprender, tiene lugar cuando estoy en silencio y concedo atención completa, en este estado, comienzo a aprender.
Permanezco muy quieta, quieto, no porque alguien me lo pida, sino porque ya he visto que ése es el modo de aprender.
Muy quieta, muy quieto y silencioso, silenciosa, y no sólo en lo físico, no sólo en el cuerpo, también en la mente, y en este silencio, atiendo, a los sonidos de fuera de este lugar, los pájaros, alguien que tose, alguien que habla. Primero atiendo a todas las cosas que están fuera de nosotros, luego escucho lo que está pasando dentro de mi mente, y entonces, en ese silencio, veré, veremos, si escuchamos muy atentamente, que el sonido externo y el sonido interno, son la misma cosa.
Atentos. En el momento de advertir la inatención, entonces ya, estoy atenta, atento.
La meditación, es una cosa extraordinaria. La meditación, ¡no!, ¿cómo meditar? La meditación es la comprensión de uno mismo, por lo tanto, significa echar los cimientos del orden, que es virtud, en el cual existe esa cualidad de disciplina, que no es represión ni imitación, ni control.
Una mente así, se halla entonces, en un estado de meditación.
Estoy alerta a la inatención, no a cómo mantener la atención. Cuando la mente se da cuenta de la inatención, ya está atenta, no hay que hacer nada más.
La meditación no se trata de algún estado místico o visionario, inducido por el pensamiento, sino de algo, que adviene natural y fácilmente, si uno se conoce a sí mismo.
Conocerse a sí mismo, es el principio de la meditación.