Oyendo a Krishnaji
“Una de las expresiones más comunes de la violencia, es la ira.
Cuando mi esposa o mi hermana son atacadas, digo que estoy justamente airado, cuando mi país, mis ideas, mis principios, mi forma de vida son atacados estoy justamente enfadado.
También me pongo colérico cuando mis hábitos y mis pequeñas y mezquinas opiniones son atacadas.
Cuando usted me ofende o me insulta, me encolerizo, si usted se fuga con mi mujer, me vuelvo celoso. Esos son celos calificados como justos porque ella es de mi propiedad.
Esta ira está moralmente justificada. Por tanto, ¿observamos la ira en términos de justificada e injustificada, según nuestras propias inclinaciones, o solo vemos la ira?
¿Puede mirar la ira sin justificarla, sin decir: tuve razón enfadándome debo proteger mis bienes? ¿Puede mirar la ira de manera objetiva sin defenderla ni condenándola?
Es muy difícil mirar desapasionadamente la ira, porque forma parte de mí, pero eso es lo que estoy tratando de hacer. Es lo más importante para mí porque esa ira está destruyéndome a mí y al mundo. Yo soy responsable de esa ira.
Para investigar el hecho de la ira no debe dictar juicio alguno sobre ella, porque en el momento que la condena o la justifica ya no observa la ira tal como es.
No tiene sentido tener ira hacia una persona y por otra parte decirse: no debo tener ira, debo amar con el corazón.
Esta dualidad crea conflicto. Separa el hecho, lo que es, de la idea, y por eso no desaparecerá la ira. Porque huimos de ella justificándola o negándola.
Quien niega o justifica la ira es la experiencia, mis experiencias, el pasado, el ego”
Krishnamurti